El 19 de julio de 1936 ocurrió en España un acto muy significativo para la historia revolucionaria: el General Francisco Franco daba un golpe de Estado en España contra la República y como respuesta a ello el pueblo se subleva en media España deteniendo el golpe franquista. Comenzó la guerra civil, pero al mismo tiempo se libraba una revolución, haciendo posible lo que hasta ese entonces se consideraba una utopía.
Corría la década de 1930 y en España la CNT (Confederación Nacional del Trabajo) y la FAI (Federación Anarquista Ibérica) ejercían su influencia sobre la gran mayoría del movimiento obrero revolucionario.
Las primeras horas del alzamiento franquista en Marruecos fueron de completa efervescencia en las calles de Barcelona: el pueblo se encontraba en las calles dispuesto a defenderse del agresor, pero sin las armas que el gobierno republicano negaba. Ocurrieron los primeros enfrentamientos con las fuerzas de seguridad del gobierno y lograron obtenerse las primeras armas. El pueblo comprendió que los anarquistas se jugaban el todo por el todo y estallaron en ¡hurras! a ellos. Rápidamente el pueblo, organizado en milicias autónomas, se alzó con las pocas armas que tenía, derrotando en más de media España a los militares fascistas sublevados.
Es en las zonas y regiones liberadas donde había sido derrotado el fascismo, habiendo un vacío de poder y una fuerte influencia del movimiento anarquista, se dio paso a la posibilidad de hacer del ideal una práctica real: los trabajadores colectivizaron las empresas de los propietarios fascistas en fuga, se socializaron los medios de producción, los campesinos colectivizaron las tierras y los bienes de la Iglesia fueron confiscados por el pueblo. Las iglesias fueron incendiadas en infinidad de ocasiones y cuando toda imagen de Dios había sido sacada, se utilizaban como almacenes o escuelas laicas.
Sin embargo los gobiernos y las potencias democráticas del mundo no iban a quedarse con los brazos cruzados: se creó el “Comité de No Intervención” para pretender que nadie interviniera en el conflicto español; sin embargo, la Italia de Mussolini y la Alemania de Hitler ayudaban directamente a Franco. La URSS se mantuvo al margen hasta no ver los beneficios económicos y políticos que la desgracia española podía rendirle. Por medio de este Comité-burla se congelaron los fondos bancarios de España en todos los países y se negaron todos a suministrar armas al pueblo español.
Mientras se reconstituía el gobierno de la República, en Aragón se establecieron las colectividades a iniciativa de los campesinos, anarquistas en su mayoría. Pero llegados los miembros delegados de la URSS y los embajadores de la misma, se dan a la tarea de atacar las colectividades anarquistas, militarizar las milicias (que hasta ese momento no habían adoptado la disciplina de cuartel) y comenzando los asesinatos de muchos miembros del anarcosindicalismo. Cuando llega mayo de 1937 la situación en España venia ya a menos: el gobierno se hallaba ya en su gran mayoría en manos del Partido Comunista de España y de la URSS, para quien trabajaban. Las derrotas venían sucediéndose y la censura gubernamental trabajaba a todo vapor, las Tchekas rusas mataban sin piedad a quienes se atrevieran a contradecir al PCE.
En abril de 1939 la revolución española se perdía definitivamente y con ella el número de exiliados se elevó. En Cataluña fueron aproximadamente 600.000 los españoles que cruzaron la frontera con Francia para ser enclaustrados en los campos de concentración; en Madrid fueron aproximadamente 400.000 los que salieron con distintos rumbos (México, Argentina, Uruguay, etc.), más de un millón de españoles tuvieron que dejar sus tierras para no volver nunca, o volver a la muerte del dictador (20 de noviembre de 1975).
La derrota de la revolución española significó la pérdida no solo de una lucha en un lugar determinado, sino la pérdida (momentánea) de la oportunidad de realizar un mundo nuevo. El significado de la revolución española para el movimiento revolucionario no puede ser más grande: la llamada utopía es algo real. Lejos de las esteras gubernamentales el logro de la revolución se debe a los trabajadores, a quienes con sus manos construían un mundo nuevo, forjado según sus concepciones de la sociedad libertaria.
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