Anexo nº1: Anarquistas…

 “Anarquista es por definición, aquel que no quiere estar oprimido ni quiere ser opresor; aquel que quiere el máximo bienestar, la máxima libertad, el máximo desarrollo posible para todos los seres humanos.” Ericco Malatesta.

… ¿Y eso de qué va?

La verdad que es bien antiguo el origen de las ideas anarquistas, libertarias, ácratas o como se las quiera denominar. Podríamos extendernos durante hojas y hojas para explicar los orígenes, la teoría, la práctica y los acontecimientos en los que ésta idea (o suma de ideas) han sido protagonistas o partícipes, pero de lo que se trata con este pequeño escrito es de explicar en unas pocas líneas en qué consiste esto. Si quieres am­pliar la información, siempre puedes seguir leyendo este periódico, visitar los enlaces que se proponen, acudir a alguno de los lugares que se publican, asistir a los eventos que recomendamos, etc. ¡Será por información!

De lo que se trata básicamente es de la búsqueda de la li­bertad. Hasta ahí parece que nadie debería estar en desacuer­do ya que sería lo deseable para la mayoría de las personas. Porque tiene sentido y tiene lógica: queremos ser libres.

Pero claro, nos referimos a la libertad en su más am­plio sentido, no a la libertad que nos ofrece el capitalis­mo, esa que nos hace consumidores libres con posibili­dad de elegir el color del coche que queramos comprar. Tampoco la libertad de elegir quiénes serán aquellos que nos gobiernen “menos mal” o que nos roben menos. Ni si quiera nos referimos a la libertad de poder expresar lo que el código penal nos permite expresar “libremente” (la comúnmente denominada “libertad de expresión”). Aún menos, nos referimos a esa libertad de movimien­to que nos permite, con un buen cheque en la mano, movernos a cualquier país. Ni a la de actuar en nuestras vidas, organizarnos y asociarnos a través leyes y regula­ciones que nos permiten protestar y no luchar. Protestar porque se convierte en eso, en una queja concreta que se termina y no evoluciona hacia una lucha o un conflicto real, porque la democracia nos permite protestar, nada más, y siempre bajo sus parámetros. ¿Qué sentido tiene esto? ¿Entonces, de qué libertad hablamos?

Hablamos de una libertad íntegra, que no esté reglada con leyes que sólo benefician a los poderosos (gobiernos y capitalistas, porque las grandes multinacionales tam­bién gobiernan el mundo). Nos referimos a una libertad a la hora de relacionarnos entre nosotros, de organizarnos y crear asociaciones entre personas libremente en base a las necesidades, a las afinidades o a las relaciones que cada cual quiera establecer. A la libertad de decisión so­bre nuestras vidas y a tomar las riendas de nuestras cues­tiones diarias, a no delegar en políticos y terceros sobre cómo queremos que sea el mundo en el que vivimos. Ha­blamos de no estandarizar a las personas y los procesos particulares que cada comunidad tiene, de olvidarnos de la macro-política que nos ofrece el sistema democráti­co y parlamentario que no da solución alguna a nuestras necesidades; las necesidades de los que pisamos el suelo que construimos, de los que bebemos el agua que con sus decisiones se contamina, de los que enfermamos con los alimentos que ellos envenenan, de los que nos vemos obligados a usar tanta tecnología para poder continuar con esta dinámica sin sentido. Las necesidades de los que nos levantamos cada mañana a cambio de una mierda de sueldo que no hemos elegido para poder pagar la hi­poteca o el alquiler, porque claro, nadie quiere vivir en la calle. Nos referimos a las personas que tenemos los pies en la tierra y que tenemos problemas, problemas reales fundados por las decisiones que los políticos toman so­bre nosotros, sin preguntarnos. De hecho, las toman a nuestra costa, o sea que encima la mayoría de esas deci­siones las tenemos que ejecutar nosotros porque si noso­tros dejamos de producir (de currar, vaya) el mundo se va a la mierda, tal cual.

Nos referimos a vivir sin Estado, osea, con indepen­dencia abslouta en ese ente que dice resolvernos la vida pero que en realidad es una figura de autoridad que actúa en pro de sus beneficios y en contra de los nuestros.

Y al hablar del Estado, queremos hablar de la autori­dad de éste pero también de todas las figuras autorita­rias que nos rodean cada día. Sobre todo los anarquistas hablamos de vivir sin autoridad cuando nos referimos a convivir y a organizarnos entre iguales, sin jerarquías, sin gente que mande ni gente que obedezca porque donde hay poder, hay desigualdad siempre, indistintamente del signo político del partido o del sindicato vertical, de la empresa, del jefe, del diplomado o doctorado (los que se dicen llamar “especialistas” en algo), del que tiene más frente al que tiene menos o no tiene nada (más dinero, más conocimientos, más medios de producción, más productos… lo que sea). Todo se traduce en autoridad y en ausencia de libertad.

¿Y qué proponemos?

Autogestión para dar solución a nuestras necesidades básicas entre nosotros mismos a través de distintos talle­res y espacios donde obtener aquello que necesitamos. Generar lo que necesitemos para vivir y dejar de ser con­sumidores capitalistas.

Solidaridad porque es la mejor arma, pero la solidari­dad activa, no la caridad. Porque nos aleja del individua­lismo tan brutal al que estamos sometidos, porque nos convierte en seres humanos con capacidad de empatizar y hacer propios los problemas de los demás. Porque es un gran problema que importen más las cristaleras de un banco que se rompen en el trascurso de una manifes­tación que la vida de las personas que mueren a diario a costa del trabajo, de la brutalidad policial, de la droga, de vivir en la calle, de hambre…

Acción directa para actuar sin intermediarios. Las personas auto-organizadas son capaces de realizar pro­yectos, acciones y a dar respuesta a sus problemas sin delegar, sin generar especializaciones. Porque aunque el Estado nos haya hecho seres dependientes de éste, tene­mos la capacidad de actuar sin su mediación.

Apoyo mutuo para crear redes donde resolver los pro­blemas entre todos. Organizarnos, echarnos una mano, colaborar en la lucha y nuestras decisiones diarias.

“Ser gobernado es ser observado, inspeccionado, espiado, dirigido, sometido a la ley, regulado, escriturado, adoctri­nado, sermoneado, verificado, estimado, clasificado según tamaño, censurado, y ordenado por seres que no poseen los títulos, el conocimiento ni las virtudes apropiadas para ello. Ser gobernado significa con motivo de cada operación tran­sacción o movimiento, ser anotado registrado, contado, tasa­do, estampillado, medido, numerado, evaluado, autorizado, negado, endosado, amonestado, prevenido, reformado, rea­justado y corregido. Es bajo el pretexto de la utilidad pública y en el nombre del interés general, ser puesto bajo contribución, engrillado, esquilado, estafado, monopolizado, desarraigado, agotado, embromado y robado para, a la más ligera resisten­cia, a la primera palabra de queja, ser reprimido, multado, difamado, fastidiado, puesto bajo precio, abatido, vencido, traicionado, y, para colmo de males, ridiculizado, burlado, ultrajado y deshonrado”. Proudhon, P.J.

Enlaces de textos, radios, libros y noticias:

https://es.theanarchistlibrary.org www.portaloaca.com

www.revistacontrahistoria.blogspot.com.es www.politicospartidos.blogspot.com.es

www.alasbarricadas.org www.radioela.org

www.ainfos.ca/ca www.ondaexpansiva.net

  • Anarquismo, lo que realmente seignifica, Emma Goldman
  • La Moral Anarquista y otros escritos – Piotr Kropotkin
  • Educación anarquista. Aprendizajes para una sociedad libre, VVAA.
  • https://periodicolaboina.wordpress.com/2016/03/18/10-libros-para-entender-el-anarquismo
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