El texto que sigue a continuación es uno de los varios que están siendo publicados en la web www.detrasdelescenario.home.blog en lo que está siendo un conflicto laboral llevado a cabo por los trabajadores de la carga, descarga y montaje de escenarios. Estas líneas, concretamente, van dirigidas a los asistentes de conciertos y festivales y pretenden exponer la problemática a la que se enfrentan muchos trabajadores de este sector.
Desde el otro lado del escenario a los asistentes de conciertos y festivales: así están las cosas y así os las queremos contar
El verano ya llegó, como dice la canción, y con él los montones de festivales y fiestas que inundan los barrios y pueblos. Todos ellos, desde el más alternativo hasta el más comercial, necesitan trabajadores y trabajadoras para que sean posibles. Hasta las más populares fiestas de barrio tiran de los famosos “montadores/as” o “cargas y descargas de escenarios”, técnicos de luces y sonido, limpiadores/as, camareros/as, etc. para llevar a cabo tan esperado evento.
Pero, ¿realmente somos nosotros/as un eslabón de esta cadena al ser asistentes de festivales?
Claramente, como en todo en esta vida, sí. Cualquier paso que damos en cualquier aspecto de nuestra vida, ya sea para transportarnos, ir a trabajar, comer, dormir bajo techo, tener nuestra ropa, irnos de vacaciones y una interminable lista de cosas, conforman el entramado capitalista y, con él, la explotación laboral de quién hace posible que toda esa infraestructura esté ahí. Por lo tanto, el mundo de los festivales, no queda exento de ello.
Pero no se trata de hacer sentir culpable a nadie que suela asistir a estos eventos. Todos/as lo hemos hecho y todos/as somos consumidores/as de otras muchas cosas sin pararnos a analizarlo desde la base, o sí, pero seguimos consumiéndolo. Con algunas cosas decidimos ser “más coherentes” y eliminarlas de nuestra vida y con otras simplemente no. Lo cierto es que, a pesar de poder elegir nuestra “posición de coherencias”, queremos dejar caer algo: los/as cargas y descargas o montadores/as de escenarios (como se les prefiera llamar), se han puesto las pilas y han decidido luchar contra esto y, es por ello, que nos paramos a analizar este sector en concreto. La pequeña diferencia entre posicionarse ante esto o no, es que ahora sí que hay una voluntad previa de estos/as trabajadores/as para que nos paremos a pensarlo.
¿Qué repercusión económica tiene todo esto en los/as trabajadores/as?
Cada entrada que compramos de cada macro evento al que asistimos, genera un beneficio extremadamente alto a todas las empresas que participan en esta telaraña de especulación: los ayuntamientos que ceden terrenos, las productoras que subcontratan empresas de personal, las empresas de personal que “ponen” los trabajadores/as, los patrocinadores (como por ejemplo importantes marcas de ropa y bebidas alcohólicas), etc. Para todos estos va un poquito de nuestra entrada y, finalmente de lo que sobra, una ínfima parte se destina al salario del personal subcontratado. Sólo con una entrada – pensarás – no da para cubrir todos estos gastos. Estamos hablando de una media de 30-80 euros por entrada y un aforo de miles de personas. Esto es perfectamente posible cuando hablamos de beneficios de miles y millones de euros generados de festival en festival, año tras año.
¿Qué de todo eso se llevan los trabajadores?
Pues depende de la empresa que los contraten pero oscilan entre los 5-7 euros la hora. Algo totalmente desproporcionado teniendo en cuenta las cantidades que amasan los que están por encima, los riesgos que entraña este trabajo, las jornadas que se desarrollan, las condiciones y un largo etc.
Pero, aparte de la mierda de salario, hay cosas más importantes que generan costes en estos eventos. Si, más importantes que el dinero. Hablamos de los costes humanos y no precisamente de las promotoras, ayuntamientos, productoras o de los patrocinadores. Nos referimos a los costes de vidas humanas, de las de los/as trabajadores/as.
¿Cómo te imaginas que es el proceso del montaje del festival?
Las personas que trabajan suelen ser avisadas con días u horas antes para ir a preparar el montaje. Se dirigen al puesto de trabajo sin ningún tipo de horario ni jornada estipulada, es decir, saben cuando entran, pero no cuando salen. Se ponen a trabajar sin haber firmado un contrato y sin saber qué tipo de convenio, si es que existe, les corresponde. No reciben instrucciones de seguridad ni de cómo desarrollar su trabajo. Muchas veces, la empresa no les facilita los E.P.I. (Equipos de Protección Individual) por lo tanto, el/la trabajador/a, tiene que poner sus propios equipos y, en algunas ocasiones, trabajar sin ellos. En cualquier caso, son obligados a firmar una hoja diciendo que los han recibido junto con un cursillo de prevención (que nunca existió), así como también una hoja en la que tienen que rechazar “de forma voluntaria” no realizarse el reconocimiento médico. Esto, al más puro estilo del chantaje: si no firmas esos papeles no curras y, de hecho, son los únicos papeles que firmas porque el contrato ni aparece ni aparecerá durante la jornada.
Tras el absurdo trámite de papeles el látigo no tarda en aparecer porque los productores del evento necesitan que esté montado en un tiempo concreto y, evidentemente, no han convocado al personal con la holgura suficiente como para poder ir a un ritmo “normal”, “decente” o “humano” (todo muy entrecomillas. Lo decente y humano sería no tener que soportar eso). A parte, los trabajadores cobran por horas, es decir, al patrón le interesa que cuanto menos se tarde, mejor.
Evidentemente, con el personal que han contratado y el tiempo del que disponen para preparar todo, las jornadas de 8 horas son impensables. Las horas trabajadas suelen ser record, desde las 8, 10 o las 12 horas incluso hasta llegar a las 19 horas seguidas sin parar. No se podrían permitir (tal y como estipulan el presupuesto destinado para personal) contratar a gente que descansara e hiciera jornadas de 8 horas. Y 8 horas, ya son. Desde aquí tampoco vamos a defender esa barbaridad que nos obliga a vivir más tiempo trabajando que disfrutando de nuestra vida, ya sean 8, 12 o 16 horas. Ni siquiera a defender una jornada más reducida que haga posible que el chantaje del trabajo siga siendo lo que hace posible que unos pocos se enriquezcan a costa de la mayoría (a costa de vidas también, no sólo de esfuerzo físico y mental).
Tras la paliza del montaje y entre medias habiendo ocurrido algún accidente laboral, como es habitual (y silenciado por la compañía, evidentemente, porque ya sabemos que “Show must go on”), los currelas se van a su casa a la espera de la siguiente llamada para realizar el desmontaje. La llamada llega con horas de antelación y este proceso es aún más temido que el montaje: ahí el tiempo sí que corre rápido porque las agendas del mundo de la farándula son muy apretadas y necesitan terminar cuanto antes para continuar con su gira. El látigo, de nuevo, no tarda en aparecer y con ello, más accidentes laborales derivados de las nulas medidas de seguridad, de las prisas y del cansancio acumulado. Accidentes que, encima, se pueden provocar de un trabajador a otro simplemente por la falta de sueño. La dinámica que genera este tipo de empleos es totalmente nociva y abusiva y, en muchas ocasiones, las drogas son un elemento muy presente en este mundo para poder soportar dicha carga de trabajo (y, muchas veces, son promocionadas por los propios jefes) lo que genera un ambiente más peligroso y desagradable. De hecho, el porcentaje de personal que consume sustancias, es elevado y esto es aprovechado por la propia empresa como chantaje para aguantar el ritmo o como forma de lavarse las manos en caso de accidente.
Termina el desmontaje y, con suerte, no te has llevado ninguna ostia. Te vas a casa sin cobrar, porque algunas empresas pagan a meses vista. Decides echarle un ojo a tu vida laboral, así por curiosidad, y te das cuenta que has estado dado de alta 3 horas. Descansas y esperas la siguiente llamada de curro para otro festival.
¿Te imaginabas algo así?
Quizá sí, porque has trabajado alguna vez en esto y no sólo entiendes todo este mundo desde el lado del “consumidor de festivales”. Si es así, seguramente te alegre saber que las cosas pueden estar empezando a cambiar. Quizá también te suene esto porque tienes algún familiar o colega que trabaja en esto y sabes todo lo que se cuece ahí dentro.
Si por el contrario no tenías ni idea, ya lo sabes. Esto es a lo que se enfrentan un puñado de trabajadores día a día y así lo queríamos contar.
A partir de ahora, esto puede hacer que cambie la visión sobre este tipo de eventos de muchas de las personas que asisten. O tal vez no pero, en cualquier caso, tenemos que intentarlo. Al fin y al cabo, son nuestras vidas las que están en juego y vamos a hacer todo lo posible para que el miedo cambie de bando y las tornas se inviertan. Si quieres echarnos una mano, aquí estamos. De cualquier forma, si has llegado al final de este texto, está bien haberte tomado la molestia de informarte. Y ahora, ya lo sabes.
Solidaridad y apoyo con los/las trabajadores/as del sector de carga y descarga de escenarios (y con todos los/as trabajadores/as que hacen posible que estos eventos se desarrollen. Esperamos que se unan a la lucha porque esto no va de separar entre “cargas”, limpiadores/as , técnicos, camareros/as, etc. Estamos todos/as en lo mismo.