La solidaridad, o el apoyo mutuo, es una idea clave del anarquismo. Es el lazo de unión entre el individuo y la sociedad, el medio a través del cual los individuos trabajan juntos para satisfacer sus intereses comunes dentro de un entorno que apoya y nutre la libertad y la igualdad.
A lo largo de la historia millones de personas han sido explotadas, torturadas, encerradas o asesinadas por el poder. Pero también han aflorado prácticas que confrontaban su dominación. Prácticas como la solidaridad.
Los anarquistas entendemos la solidaridad para alcanzar la libertad como el apoyo y la implicación con los problemas y conflictos entre todas las personas que están sometidas a cualquier tipo de autoridad en todas partes como el barrio, el trabajo, la universidad, el instituto… en todo el mundo.
Por este motivo, la solidaridad se practica entre iguales, sin jerarquías ni líderes que impongan o sugieran cómo aplicarla. Esta se sustenta en la relación horizontal entre las personas, sin ningún tipo de autoridad que medie entre nosotros. Debe surgir de cada individuo, pues cada uno es único así como sus intereses, y llevarla a cabo a lo colectivo al igual que el colectivo debe aplicarla al individuo, es algo recíproco.
No obstante, para mostrar una cara amable, el estado y el capital intentan vender discursos y prácticas bajo el nombre de la solidaridad como las O.N.G.s, el ejército en misiones humanitarias, los bancos con publicidad como “obra social”, la iglesia o los neonazis del Hogar Social Madrid con repartos de comida “sólo para españoles”, entre otros ejemplos. Pero no nos engañan, pues la democracia practica la caridad y el asistencialismo, ambas enfrentadas a la solidaridad, ya que su práctica entraña una relación jerárquica entre quien tiene y no tiene y perpetúa una relación mediada por el poder. Las migajas de unos, son el sustento de otros. ¿A caso las O.N.G.s no son un “parche” que el capitalismo pone a los males y miserias que él mismo ha creado, mientras maneja cantidades ingentes de dinero? ¿No es la iglesia una institución que, adoctrinando y esclavizando a las personas, acumula millones de euros y habla de solidaridad con los pobres? ¿No son culpables los bancos de dejar a cientos de familias en la calle y también hablan de solidaridad? ¿Y los nazis del Hogar Social Madrid, que siendo una de las facciones más autoritarias de este mundo, utilizan a los oprimidos para introducir su discurso racista ultranacionalista? Por estos y más motivos la solidaridad no entiende de jerarquías, ni de naciones, ni de fronteras. Y, por tanto, no entiende de poder.
Ningún sujeto o estructura que mantenga una posición de autoridad (cualquier partido político, los jefes o encargados, la policía, los nazis, etc.) podrá poner en práctica la solidaridad entre iguales, pues esta genera conflicto contra este mundo. Al estado no le interesa que en el trabajo la gente se organice y se solidarice con sus compañeros para acabar con los empresarios y su mundo. Por esto, entre otros ejemplos, la solidaridad genera conflicto. Porque es una herramienta que debemos usar entre iguales para enfrentar los problemas se impongan en nuestras vidas.
Solidaridad en el trabajo contra los jefes y empresarios que nos explotan, contra los políticos que deciden sobre nuestras vidas, solidaridad contra la policía que defiende los intereses del estado, solidaridad contra los bancos que nos echan de nuestras casas y nos obligan a vivir bajo su yugo económico, solidaridad contra la cárcel que nos encierra, solidaridad contra este mundo de miseria. Pero solidaridad también entre nosotros, entre iguales, apoyándonos con los problemas que esta sociedad genera para día a día alcanzar la libertad, la anarquía.
“las masas oprimidas que nunca se han resignado completamente a la opresión y a la pobreza, y aquellos que (…) muestran sed de justicia, libertad y bienestar, están comenzando a comprender que no seran capaces de conseguir su emacipación excepto por la unión y solidaridad de todos los oprimidos, todos los explotados en cualquier sitio del mundo.”